Pasaron 12 horas.

La lista había subido de 46 a 48 muertos. Los vecinos de la ciudad se despertaron al día siguiente con la noticia en los periódicos. La sensación de horror y terror fue real e indescriptible. Cada ciudadano caminaba con un arma en su poder. Desde pistolas y revólveres hasta garrotes y cuchillos. Pero todo el mundo se habilitaba como si la guerra estuviera declarada.

Y mientras tanto el vampiro seguía su camino…

La noche siguiente atacaba de nuevo. Gerda Schulte, era una sirvienta que prestaba sus servicios en una casona de ricos hasta las ocho de la noche.

De allí en adelante tenía su tiempo libre. Aquella tarde decidió salir hacia la cercana ciudad de Neuss en donde se celebraba otra feria.

Gerda, esperaba el trolebús cuando un individuo de educado aspecto y finas maneras se acercó a ella invitando a la feria. La muchacha no sospechó nada. Accedió a la invitación al instante. Su instinto le decía que aquel caballero que vestía tan elegante y que hablaba con finura debía tener dinero.

Ese fue su error.

Media hora más tarde era sacada a empujones del auto en lo más denso de un bosque. El individuo que se presentó a sí mismo como Frank, trató de abusar sexualmente de ella.

Gerda forcejeó dando gritos. Prefiero morir, gritó, en el colmo de la desesperación.

Los ojos siniestros del vampiro brillaron con alegría bestial.

Muere pues, susurró mientras que extraía la navaja. Los siguientes minutos serían una pesadilla que la muchacha recordaría por el resto de su vida, sin contar la infinidad de cicatrices que de formarían su bello cuerpo para siempre.

La navaja laceró una y otra vez su carne. La sangre le corría borbotones de la garganta hombros y pechos.

Gerda seguía gritando. Estaba segura de que moriría allí mismo. Pero el sentido de la conservación la hacía pedir ayuda.

Esta vez el destino estuvo de su parte.

Una pareja de campesinos que pasaban en camioneta escucharon sus gritos.

El vampiro, cuando se dio cuenta de él estaba perdido profirió un alarido perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Gerda sobrevivió a 36 puñaladas… Fue la única víctima del vampiro que vivió a la contar la historia aún cuando quedó deformada para él resto de sus días.

La ferocidad de este último ataque convenció a los médicos y expertos policíacos de un hecho simple… el vampiro había perdido la razón y el sentido de la realidad…

Había que encontrarlo a toda costa.

En los días siguientes el vampiro degolló a un hombre de 30 años, una mujer de 37 y una chica de 13. Todo en un radio de menos de dos millas cuadradas en los alrededores de la ciudad.

Al final de la semana otros tres crímenes en rápida sucesión. Dos de ellos en una sola noche.

Cerca de las danza de Dusserdorf quedaba Cologne, en la misma vivía una sirvienta llamada María. Precisamente aquella mañana de domingo comentaba con una amiga la suerte que tenía de vivir lejos del vampiro.

Al día siguiente se quedó sin trabajo y María tomó el primer tren para Dusserdorf que tenía mayor movimiento industrial y comercial a fin de buscar otra ocupación. Nunca debió de hacerlo.

Aún en la estación de Dusserdorf fue abordada por un hombre que le ofreció compañía por la ciudad hasta que encontrará un lugar en el cual alojarse. La muchacha aceptó pensando que se trataba de algún galán a la espera de recién llegadas como ella. Sin embargo, cuando vio que el hombre la llevaba hacia los bosques se negó terminantemente a seguirlo. Comenzaba a forcejear y discutir cuando apareció un caballero de elegante traje y buenas maneras.

¿La está molestando señorita? Pregunto.

El hombre de la estación decidió marcharse abandonando el campo. María, que se encontraba cansada y asustada aceptó la invitación del caballero para descansar en su apartamento, unos minutos después se encontraba en un apartamento moderno y confortable situado en la Mettmartrasse (esto se averiguaría más tarde).

El hombre le ofreció leche y bocadillos y se brindó a acompañarla a un hotel cercano y barato. A estas alturas María había perdido todo sentido del miedo. Aquel caballero le infundía confianza, sin embargo, la muchacha comenzó a sospechar cuando vio que la llevaba hacia un bosque llamado Grafenburg. Aún luchaba entre su desconfianza y su pena de herir los sentimientos del caballero cuando esté decidió la cuestión. Se detuvo en el medio de la está mirando la.

-Estas sola en este momento. Así que puedes gritar todo lo que desees que nadie te podrá oír- le dijo.

La muchacha abrió los ojos aterrorizada. Miró a su alrededor tratando de escapar. Todo lo que veía eran árboles y soledad. Una amarillenta luna colgaba como un balón vacío y fofo en el cielo sin nubes.

El vampiro trató de abusar sexualmente de ella sin lograrlo. Finalmente, enardecido comenzó a estrangular la. Alguna chispa extraña en la torcida mente de aquel hombre habría de salvarle la vida. Cuando ya estaba a punto de perder el sentido, su cabeza dando vueltas y los pulmones a punto de estallar sintió que aflojaba  la presión en su garganta. Los ojillos malignos del asesino estaban clavados en los de ella. Su aliento era una grasa de candela cerca de su mejilla. ¿Si te preguntan sabrás recordar mi dirección? Pregunto. No… soy nueva en la ciudad, contestó María. Esto le salvo la vida.

El vampiro aflojó la presión y poco después la abandonaba perdiéndose en las tinieblas de los árboles, pero varía si recordaba. Aquella noche finalmente logró encontrar un hotelucho de segunda categoría en el cual se refugió. La psicología del vampiro demostró ser cierta en aquella ocasión. María, contenta de haber salvado la vida y quizás impresionada por la educación del hombre decidió no denunciarlo a la policía. Le escribió una carta a una amiga suya en la que le contaba detalladamente todo lo que sucedió.

Esta carta jamás llegó a su destino. Era como si alguna justicia divina se encargará de la suerte para qué el vampiro de Dusserdorf pagara por sus crímenes.

En el nerviosismo del momento, María escribió la dirección de su amiga erróneamente. Esto hizo que la carta cayera en poder de una tal Frau Burgman, que vivía en la dirección errónea, esta mujer era curiosa y abrió la correspondencia. Siempre le quedaba la excusa de decir que no había leído el nombre. Cuando se dio cuenta de lo que la carta encerraba se apresuró a llamar a la policía. Lo siguiente sería sólo cuestión de rutina oficial.

A las ocho de la mañana llamaron a la puerta de María, la muchacha saltó de la cama asustada ¿sería el vampiro que volvía a ella…?

¿Quién es…? No conozco a nadie en esta ciudad, gritó temblando.

Si…  usted conoce la identidad del vampiro… y somos de la policía.

La hicieron vestirse a toda prisa. De allí marcharon hacia la calle que ella recordaba con claridad. Una vez allí los policías le hicieron recorrer casa por casa a fin de que identificara aquella en la cual había estado con el vampiro.

Increíble…

Los policías, quizás atemorizados por la fama de asesino del vampiro prefirieron aguardar en la esquina mientras que ella buscaba la dirección. María dio dos vueltas en redondo y se detuvo ante el número 71. Una viejecita le abrió la puerta ¿vive aquí un caballero elegante y de maneras distinguidas? Preguntó María.

La viejecita la subió al cuarto piso directamente. Era una casa de huéspedes.

¿Puedo ver la habitación? Pidió ella.

La mujer se encogió de hombros.

“Siempre y cuando no toque nada”.

Abrió la puerta… María se encontró en el apartamento del vampiro de Dusserdorf. Volviendo sobre sus pasos trató de ganar la calle a toda prisa para avisar a los policías que, inexplicablemente seguían camuflados en la esquina.

En aquel momento tropezó con el vampiro que subía la escalera.

El hombrecillo la conoció instantáneamente. Pero su reacción fue insospechada. Se quitó el sombrero en mundo saludó y siguió subiendo hacia su apartamento.

–“Allí lo tiene… es el señor Kurten” dijo la encargada.

Pero ya María corrió hacia los dos policías. En ese lapso de tiempo, el vampiro escapó por la escalera lateral de la casa y se confundió con los peatones en la calle. La policía había dejado escapar al vampiro por negligencia.

Los periódicos, enterados del incidente pusieron el grito en el cielo. Los dos policías envueltos en el incidente fueron dados de baja. Pero el público enfurecido pedía más… pedía la destitución del jefe en persona.

Afortunadamente para Herr Zufhauss (Jefe de Policía en la época), la propia esposa del vampiro se encargaría de denunciarlo.

“Mi esposo me ha confesado que es el asesino. Y desea hablar conmigo a las tres de la tarde en la iglesia de St. Rochus”  dijo por el teléfono.

Un ejército de policías rodeó el área desde la una de la tarde.

No fueron necesarios.