El frio y la humedad inundan mi cuerpo. ¿Que ha ocurrido?
¡Por que no me puedo mover! Siento que mis pobres piernas y brazos… están…están agarrotados, fríos y sin vida. Es angustiosa esta sensación que se ha apoderado de mí.
Esta horrible y angustiosa sensación de olvido. Es como si una tenebrosa garra, me estuviera asfixiando.
Todo el cuerpo inerte y sin vida.
¡Auxilio! ¿Qué ha pasado?
Por favor ¿No hay nadie que me ayude? No… No estoy loco No lo entiendo ¿qué es lo que pasa? ¡Por favor, Ayuda!
Estaba en casa, preparaba mi cena, a traves de la ventana de la cocina, veía los rayos de la tormenta, los truenos retumbaban por toda la casa.
¡Que estupendo, disfrutar de la tormenta en casa! – me dije mientras degustaba una copa de vino.
De repente, un escalofrió recorrió todo mi cuerpo ¡¡¡ no puede ser, me quede… petrificado!!!
Una silla de ruedas, movida por una forma encorvada y de cabeza calva, avanzaba hacia la casa, entre la cortina de agua. Con la cabeza inclinada y las manos, temblorosas. En ese instante pensé un momento ¿A dónde ira un anciano tan desvalido a estas horas? Con la que está cayendo…
Se fue acercando, cada vez más. Hasta que estuvo lo suficiente cerca, alzo la cabeza y le vi bien el rostro, un rostro diabólico, de sonrisa siniestra.- Pero..
¡No puede ser: Es el! ¡Ha vuelto! Tío Carlos? ¡¡¡Tío Carlos!!! – grité aterrorizado y como un loco. ¿Tu? No puede ser… Pero si estás… ¿cómo es posible? Pero sí yo mismo…
El anciano para su silla de ruedas, casi toca con su cara, el cristal. Y en su rostro blanco inexpresivo, se dibuja una sonrisa maligna. Que deja al descubierto, una dentadura podrida. No lo pude resistir más. Solté un grito horrible que me desgarró la garganta, la cabeza empezó a darme vueltas y me desmaye. Cuando recupere la consciencia, no sé cuánto tiempo había pasado. Era noche cerrada.
De repente, volvió a mi cabeza ese rostro horrible… Tenía que asegurarme. No era posible, que el tío Carlos estuviese vivo. Yo… Yo lo había matado hacia unos días, si, lo mate con mis propias manos apreté su cuello mientras le clavaba el cuchillo una y otra vez. Luego le lleve hasta su coto de caza, donde ultimaba sus negocios. Allí enterré lo que quedaba de el junto a su silla de ruedas y ocultando todo con hojas y más hojas hasta que no quedo rastro de tierra removida.
Cuando reaccione, cogí el coche y puse rumbo a la finca, tarde dos horas en recorrer el camino.
¡No puede ser! Creía que mi corazón iba a explotar, un relámpago frio recorrió todo mi cuerpo, Dios mío, no puede ser, la fosa está vacía. Como si mi tío y su silla hubieran salido de ella!
Un pánico terrible se apodero de mí. Ya no sabía qué hacer. De repente, de la oscuridad, una voz de ultratumba que me resulto muy familiar, grito. – Juan… ¿Por qué, Juan? ¿Por qué lo hiciste? Dime ¿No pudiste esperar? Me quedaban pocas semanas de vida.
Tío, dije con tono desesperado, tú no quisiste darme el dinero. No me dejaste alternativa!
Necesitaba el dinero, el prestamista me iba a matar, eras tú o yo, grite enloquecido. Entonces note como se acercaba, escuchaba el chirriar de las ruedas de su silla, vestido con su traje roído y viejo, el tacaño no gastaba nada. Entonces le vi, cara a cara, note su hediondo olor. El semblante de la cara. Me tendió los brazos. Diciéndome: Juan, ven… abrázame, demuestra que te mereces mi dinero. No podía resistirme, avancé y me abracé. Poco a poco fui entrando en un shock, que fue dejándome como medio dormido y ya no recordaba nada más.
Estoy en un lugar, oscuro, muy oscuro.
– ¿Qué oigo? ¡Voces! ¡Alguien se acerca! ¿Vendrán a socorrerme?
– Pobre hombre, no pudo resistir la muerte de su tío…
– Si, le debió de remover la conciencia su asesinato
– Que le llevaría a desenterrarlo, nada más que el remordimiento.
No!!! No puede ser? Estoy vivo!!! Socorro!!!
No, sobrino, estás conmigo, demostrándome que te mereces mi dinero…
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