No fueron necesarios.
El educado hombrecillo sonrió ante el despliegue imponente de armas a la vez que se quitaba el sombrero.
“ No es necesaria la violencia.. Me rindo” susurró en su educado tono.
Había terminado la cacería.
Peter Kurner, fue llevado con todo tipo de precauciones a la cárcel local.
Era como si las fuerzas del orden temieran que aquel hombrecillo de cabello partido al centro, inmaculado traje y brillantes zapatos pudiera convertirse de un momento a otro en algo monstruoso y escapar volando o bien destruyendo gargantas con sus dientes.
Incluso se llegó al colmo del ridículo cuando un herrero y su ayudante tuvieron que habilitar a toda velocidad una caja de hierro especial para el personaje. Una caja que apenas le dejaba permanecer de pie en ella. Esta caja fue colocada en el salón de la corte cuando empezó el juicio para que el hombrecillo fuera observado a conciencia por todos sin el temor de cualquier ataque.
¿Era Posible que aquel aparentemente infeliz hubiese eliminado a 68 personas…?
Muy pronto todos se convencerían de que era cierto.
Como si fuera poco aquel ambiente de teatro barato improvisado en la corte, el fiscal había hecho una especie de museo en el que se amontonaban efectos personales de las víctimas. El despliegue de telas manchadas de sangre, pedazos de sogas, prendas íntimas, etc. era repugnante e innecesario.
El juicio más que juicio demostró ser una descripción de todas las perversiones posibles sobre la tierra. La multitud miraba hipnotizada a aquel hombrecillo que se mantenía de pie e impasible en la jaula de hierro contemplando directamente el llamado museo, con las pruebas de sus crímenes. No hubo necesidad de acusarlo. El mismo se declaró culpable de 68 muertes. Y con una matemática precisión, por más de cinco horas estuvo describiendo cada una de ellas. Más de una persona abandonó la sala de la corte en busca de los inodoros para descargar su asco mediante el vómito.
Criado en un hogar de 13 hijos con un padre alcohólico y una madre prostituta, el futuro vampiro fue testigo de todo tipo de perversiones sexuales. Su madre hacía el amor en su propio hogar frente a los hijos que jugaban en el suelo entre los pútridos desperdicios de comida que nadie se preocupaba de limpiar. Su padre encontraba placer en ver lo que su madre hacía con los clientes y después prácticamente la violaba en el piso. Su primer crimen fue a la edad de 12 años cuando ahogó a un compañero de juegos en el lago cercano.
Pasado el tiempo viviría con una prostituta masoquista que le llevaría de la mano a completar su perversión sexual.
Cuando descubrió el sabor de la sangre se convirtió en un vampiro.
“Fue cuando tenía 16 años. Lleve a mi novia Christine (desaparecida por esa época sin dejar rastro) al bosque, abuse sexualmente de ella. Después de muerta la corte la yugular y cuando la sangre empezó a manar a borbotones rojos me dediqué a beberla… el sabor era delicioso” confesó el vampiro. De ahí en adelante no pudo vivir sin la sangre. El sabor del vital líquido le era tan necesario día a día como el postre en las comidas para las personas.
Un crimen llevó a otro.
Cada noche probaba la sangre fresca. Por tres años estuvo en la cárcel al ser capturado robando en una joyería. A la vuelta en la calle renovó su odisea de crímenes con nuevo vigor.
En pleno juicio, y a finales de su auto incriminatorio pidió papel y lápiz trazando la localización de las diversas tumbas. Casi todas ellas en el bosque de Grafemburg. Los electrizados miembros del jurado las contaron mientras que pasaban el papel de mano en mano… 68.
La deliberación del jurado sólo duró una hora cinco minutos. Previamente un grupo de psiquiatras y profesionales de la medicina habían declarado ya que asesino estaba completamente sano.
Esto él jamás lo negó.
“Culpable… muerte en la guillotina 68 veces” fue el fallo.
Al día siguiente a las seis de la mañana el vampiro de Dusserdorf era llevado al cadalso. En él último instante, antes de que el verdugo le rodeara su rostro con la máscara de la muerte, ignoró al sacerdote y se volvió hacia el psiquiatra y médico de la cárcel que estaba a su izquierda.
“ Doctor… una vez que sepan en mi cabeza del cuerpo…¿será posible que pueda escuchar, aunque sea sólo por un instante el sonido de mi propia sangre escapando del cuello cercenado…? Preguntó.
“Es muy posible” Contestó.
El vampiro de Dusserdorf esbozó una mueca de felicidad. Después le colocaron la capucha negra y el hacha cayó sobre su cuello.
¿Pudo oír el sonido de su propia sangre…?
Jamás se sabrá.
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